Un día hablaba por teléfono con mi madre y me decía que la Lio, la perrita de mis padres, se había puesto con el celo. El celo, al menos el de las perras, que es el que yo conozco, empieza con una ligera menstruación y sigue con un período en el que la perra está especialmente predispuesta al enamoramiento, por decirlo fino. Pues bien, casualmente ese mismo día yo me había puesto con la regla también. Me hizo gracia. Por lo visto, la luna no hace distinciones a la hora de influir en hembras, humanas o cánidas. Me sentí un poco más animal, más hembra, más cercana a mi hermanita Lio.
Foto ñoñeta:

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