lunes, 31 de agosto de 2009

Revoluciones y revoluciones

"La revolució dels petits gestos ha començat" ("La revolución de los pequeños gestos ha empezado") es el lema de una nueva campaña de la Generalitat de Catalunya para fomentar actos cívicos como el ahorro de agua, ir en bicicleta, prevenir incendios forestales o accidentes de tráfico. Un pequeño cambio, sumado con otros pequeños cambios, puede marcar la diferencia.

Me parece muy bien todo esto pero me gustaría que mi gobierno promoviese otro pequeño y revolucionario gesto y que hiciera publicidad de esta otra realidad: la ganadería es insostenible e insolidaria.

La ganadería es insostenible por:

- Supone un grandísimo gasto de agua, hasta el punto que sin ganadería ya no harían falta desalinizadoras y se solucionaría el problema de falta de agua.

- Es una actividad tremendamente contaminante. Produce más emisiones de gases de efecto invernadero que el que emite todo el transporte junto, incluidos los aviones.

- Es la actividad más contaminante, sólo superada por la industria y considerada la ganadería como un sector industrial, es el que más contamina.

La ganadería es una práctica insolidaria por:

- Si el grano que se destina a alimentación de la ganadería se destinase a consumo humano, el mundo entero podría comer. La realidad es que los países pobres no pueden pagar un grano que ellos mismos producen y que se acaba destinando a los animales que acabaran en el plato de la población de los países ricos. Para hacernos una imagen mental que puede ser orientativa: una persona podría vivir un mes alimentándose de la carne de una vaca, mientras que podría vivir un año alimentándose directamente del grano que ha consumido la vaca. El despilfarro de nutrientes es evidente.

- Siguiendo una dieta vegetariana no sólo todo el mundo podría comer, sino que gran parte de las tierras destinadas a cultivo se podrían recuperar para su reforestación, con lo cual le estaríamos haciendo un gran favor al medio ambiente, a los animales y a nosotros mismos.

Seguro que me dejo muchas cosas, pero creo que estos argumentos son más que suficientes para que un gobierno que quiere potenciar la ecología y la solidaridad se plantee promocionar el vegetarianismo, y ya no digo el veganismo. La triste realidad es que el gobierno no sólo no se atreve ni "a tocar" la industria ganadera, sino que básicamente es un sector que se mantiene a base de subvenciones y primas del Estado. Si no fuera por ellas los precios de los productos de origen animal serían tan caros que la mayoría de la gente no podría consumirlos o sólo de forma ocasional.

Está bien ver que en algunos países hay iniciativas que van en la línea de reducir el consumo de carne, como es el caso de Israel, Gante o Londres, que tienen su día sin carne a la semana.

Pero qué risa, cuando un gobierno te dice que vamos a hacer la revolución empieza a desconfiar. Las revoluciones siempre han sido transgresoras, rompedoras, suponen un antes y un después, aunque sea una revolución tan pacífica como la revolución de la cuchara.

A ver señores y señoras del gobierno cuando empiezan a promover un gesto tan pequeño pero tan revolucionario como elegir otro plato en el menú.

Si os interesa, en Internet y en bibliografía especializada encontrareis estudios sobre este tema. Os pueden interesar el documental Meat, the truth o este informe de la FAO, por poner sólo algún ejemplo.

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