lunes, 28 de febrero de 2011

Dos preguntas

Sé cómo están las cosas, o así lo creo. La realidad se esconde y nos la escondemos, son muchos los intereses económicos, políticos y personales para continuar como siempre, para no cambiar.

Mi camino lo inicié al ser consciente de mi hipocresía, de mi autocomplacencia. Hasta los 27 años no dejé la carne y tardé 3 años más en dejar el resto de productos fruto de la explotación animal. Ahora siento que debo hacer algo más, porque son demasiados lo indiferentes, prácticamente todos, y muy pocos los que estamos dispuestos a hacer algo por los que están a nuestra merced, totalmente desprotegidos y vulnerables.

Sin embargo, desde que tengo conciencia siempre he sentido un malestar ante el plato de carne. Era un malestar que iba y venía, tampoco estaba siempre presente y cuando aparecía me cuidaba de esconderlo. Iba a temporada, a días o momentos, pero el malestar siempre volvía a aparecer y yo siempre lo volvía a esconder. Bien tapadito, para que no me hiciera sufrir y no me obligara a tener que cambiar. Cuantas veces me comí un plato de carne con repugnancia o lo tuve que apartar. Cuantas veces esos restos me recordaron la vida de alguien que había sido. Sin embargo, la mayoría de las veces era indiferente. Eso tampoco lo vamos a negar.

En un mundo en el que el debate sobre el respeto por los animales no humanos es inexistente, o casi, no es raro que te acabes por sentir rara, ridícula, preocupada por algo que no existe a los ojos de la mayoría. Ellos pueden hasta compadecerse de mí, enfadada con el mundo, yendo a contracorriente, creyendo en un mundo que nunca veré y que puede que nunca llegue a ser. Sin embargo, puede que sea todo eso y más, pero lo que nadie podrá decir es que actué con mala fe o que fui cobarde porque pensé una cosa e hice otra.

Me cuesta entender a los omnívoros que comen carne y nunca han sentido el desasosiego de digerir los restos de alguien. Tengo una pregunta para ellos, sin mala fe, pero con incomprensión, quizás la misma que la gente como yo les pueda inspirar. Mi pregunta es: tenéis corazón? A lo mejor me paso, porque para vosotros en el plato no hay alguien sino sólo algo. Es verdad que la empatía también se aprende, pero a mí se me hace difícil entender que alguien no pueda compadecerse por otro ser que también siente, sólo porque es de otra especie. Unos ojos que te miran son unos ojos que te miran. No quiero ofender a nadie, pero a veces no puedo evitar plantearme eso, si tenéis corazón.

Y para aquellos que sí habéis sentido alguna vez ese malestar, mi pregunta es: a qué esperáis para trazar una linea recta entre lo que sentís, pensáis y hacéis? Seguro que tenéis mil dudas y muchas preguntas por responder, pero entonces lo más sensato es buscar respuestas en lugar de esconder vuestro malestar bajo la alfombra de la hipocresía, tal como hacía yo.

Es algo más complejo de lo que yo lo pinto, pero también es verdad que las cosas más terribles de este mundo a veces no se sustentan en la maldad, sino en la ignorancia y la indiferencia de una gran mayoría de buenas personas.

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