Hace unos años, fui a una conferencia en el CCCB titulada "El especieismo y la consideración moral de los animales". Marta Tafalla presentaba el acto en el que intervenían, primero, Jesús Mosterín y, después por vía telefónica, Peter Singer. Por aquel entonces yo era OLV, no sabía quién era Mosterín ni Singer y mi conocimiento sobre filosofía y derechos animales era prácticamente nulo. Para mí fue una gran experiencia ver aquellos filósofos argumentando a favor de la defensa de los animales, de los demás animales.
Aquí quería explicar un concepto que expuso Mosterín y que a mí me impactó, por lo simple pero también revelador: el principio mafia.
La mafia se caracteriza por crear fuertes lazos de solidaridad entre sus miembros. Así que si, por ejemplo, un niño del grupo se queda huérfano, la mafia se encargará de que no le falte de nada. Por otra parte, esta capacidad de demostrar sentimientos compasivos hacia sus miembros contrasta con la total insensibilidad hacia los miembros de grupos rivales.
La conexión con el tipo de relación que tenemos con los animales es clara. Los humanos podemos desarrollar sentimientos de amor, solidaridad y compasión hacia los miembros de nuestra propia especie, pero por otro lado podemos ser totalmente despiadados con los miembros de otras especies y aquí ocuparían un lugar destacado los animales que consideramos que han de destinarse a nuestro consumo.
Voy a poner un ejemplo personal para ilustrar el concepto. Hace unos años tenía una compañera de trabajo que se vanagloriaba de cosas como las que paso a explicar.
Esta compañera, de pequeña, dejó su hámster sin comer ni beber durante días, parece que por un descuido. Cuando ya estaba casi muerto, le dio agua y comida y consiguió sobrevivir. Aquello le hacía mucha gracia y entre risas explicaba que se quedó con las ganas de volver a repetir la experiencia. Otra cosa que encontraba muy divertida era contar los gatos que había atropellado de camino a casa. También le gustaba explicar como su madre tiraba al río las crías de su gata y como éstas intentaban sobrevivir agarrándose a las piedras mientras ellas las pisaban para que cayeran al agua.
Por otra parte, esta chica, filóloga y catalanista de izquierdas (para los que piensen que la insensibilidad y el cazurrismo son algo exclusivo de españolistas y de derechas), estaba muy implicada en la vida asociativa de su pueblo, daba clases a inmigrantes, tenía muchos amigos y patatín patatán. Vamos, que no era una persona considerada mala o desalmada, más bien todo lo contrario. Decía que quería tener niños, así que seguramente algún día será una madraza que transmitirá a sus hijos los mismos valores que le transmitió la suya, la ahogadora de gatos.
jueves, 5 de noviembre de 2009
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